Llevo varias entregas de Podcating News, la primera, la II, la III, y la IV. Esta debería ser la V, pero me he permitido cambiarla (supongo que sabréis perdonármelo) por un #Podcasting sensations. Lo primero es pedir perdón por el título anglosajón, pero si hablamos de podcast pues tendremos que rendirnos del todo, ¿o no?.
Pues es que ese es uno de los temas, tengo la sensación (que empieza a ser una convicción) de que el problema es que lo llamamos podcast. La «profunda» reflexión me la sugirió un artículo (con podcast incluido) que ya recomendé en las podcasting news IV : «No lo llame podcast, llámelo show». Siempre han sido grabaciones, pero como decir programa grabado suena a viejo, pues decimos podcast y nos quedamos más tranquilos. ¿Cómo queremos que nos escuchen si ni pueden decir bien lo que es? (Porque la pronunciación de la palabrita se las trae)
Muchos sabéis que yo vengo de la radio, y que hago podcast porque es la forma de seguir vinculada a un medio que adoro. Para mi es «lo mismo». Yo cuento historias con sonidos. No voy a negar que si tuviera una radio que me acogiera lo haría en ella, pero lo que no voy es a dejar de contar historias mientras pueda. Ese mientras pueda es que a mi hija no le falte el pan. Si tengo que dejar de contar historias para que ella coma, lo haré. Si puedo conseguir que coma, y a la vez contar historias, pues seguiremos. Y ya si consiguo que coma gracias a las historias que cuento, entonces, haremos una fiesta.
Y, ¿por qué esta reflexión tan personal? Pues quizá, porque es lo que tiene el podcasting. Muchos de los podcasters con los que he hablado tienen la sensación de entregar un poco de su vida en cada capítulo. Muchos de los oyentes de podcast valoran eso: que conocen mucho más al locutor que está «al otro lado del podcast» porque lo sienten cerca.
Después de hacer un episodio de mi podcast dedicado al podcasting me quedaron muchas ideas dando vueltas en la cabeza. La primera, el dolor por la radio. Yo soy de radio, siempre quise ser de radio y adoro la radio. Yo la echo de menos como parte de ella, extraño muchísimo la vibración del directo. Pero, como oyente, la tengo. Yo sigo escuchando radio y hay mucha gente que ha dejado de hacerlo. Creo que eso debe de invitar a una reflexión a los profesionales del medio, bajar al arena, escuchar ellos al oyente. Nunca se le debe olvidar. Conozco gente que hace radio para sí mismo.
Otra reflexión es la de que el sonido importa. No he llegado a esa conclusión ahora, para mi ha sido una máxima toda mi vida. No puedo pedir a alguien que me escuche si se me oye mal. He recibido muchas felicitaciones por cómo suenan mis podcast y, sin que suene presuntuoso, es que debe de ser así. Para que me escuchen debe ser agradable que me oigan.
La última reflexión, de momento, tiene que ver con la libertad. Me daba miedo, sí miedo, fragmentar los audios que me enviaron los podcasters para hacer el episodio porque sentía que podían pensar que estaba frenando la libre expresión que ellos sienten en sus podcast. Me hablaban de democratización de la comunicación, de libertad y yo llegaba con las tijeras a poner límites a su expresión. Una vez más, en mi planteamiento, ganó el oyente. Si yo quería contar una historia, tenía que hacerlo lo mejor posible. Y eso es lo que intenté, aunque eso supusiera fragmentar los audios y escoger.
Este nuevo camino de los podcast me está presentando a mucha gente que cuenta historias con sonidos, y es realmente admirable leerles cómo le dan vueltas al «invento» para encontrar el camino. Todo se basa en lo mismo, monetizar los podcast, conseguir que nos dé para el pan de los hijos.