Iba en autobús hacia Madrid. El conductor llevaba puesta la radio, una cuyos colores no comparto. ¿Desde cuándo las radios, los medios, dejaron de hacer periodismo y se pintaron con colores diversos? Bueno, que me lío. Iba en bus, viendo la vida subirse en cada parada, y la radio dijo que aquel era un día de enero de 2017. Era temprano, amanecía aquel día de enero de 2017.
En breve se cumplirían 4 años, 4 años desde que la vida se interrumpió al recibo de aquella carta. El sábado 12 de enero de 2013, recibía, bien temprano, el burofax que me despedía de una Tele en la que nunca trabajé (el detalle, para mí, no es banal). Sí, ya sé, «la vida se interrumpió» puede sonar muy teatretro, pero la sensación fue esa. Del bullicio de la radio, la vida pasó al silencio de los días distintos. Volver a escuchar, llevó su tiempo.
Mi despido.
Expediente de regulación de empleo es un eufemismo, una forma suave, y hasta «dulce» de denominar un despido colectivo. Despido colectivo es un conglomerado de muchos despidos individuales, únicos, diferentes, distintos. Sin elegirlo formas parte de un grupo que no está cada mañana cuando amanece, estás solo, cada vez más solo en tu despido, y cada uno de los otros en el suyo. Porque cada uno lleva su despido como puede, cada uno lleva el suyo. Y así hasta 861 y pico que son los que se quedaron sin trabajo por la misma vía que yo. Los 861 de plantilla y el pico son los colaboradores, también hoy estigmatizados, que se quedaron en la calle aquel mes de enero.
Sí, han pasado 4 años, con sus 365 días cada uno, sus 1.460 amaneceres. Formas parte de una etiqueta, sí, pero en tus días estás solo. Soy una de los 925, o de los 861. Soy una del colectivo despedido hace cuatro años en el ERE de Telemadrid y Onda Madrid. Sí, en Onda Madrid también hubo ERE y en el Ente. Perdonadme si me repito en esto, pero llevo cuatro años insistiendo por la cuenta que me trae. En Onda Madrid también hubo ERE.
El fraude.
Hace unos días, me decían:
-«Bueno, se acabó Onda Madrid y después, ¿qué?»
La respuesta no era fácil. No podía explicar en poco tiempo que, judicialmente, Onda Madrid se había terminado hacía solo un año. Tres años de mi vida pasaron hasta que el proceso judicial terminó. Tres años pendiente de una decisión que no era mía. Primero las referentes al colectivo y luego la relativa a mi caso particular, mi despido. Después de más de 17 años trabajando en una empresa, creo que me merecía luchar, hasta donde pude, por demostrar que mi despido era un fraude (dentro de un ERE improcedente). Constaté lo difícil que es que un juez entienda la profundidad de cada caso, en el poco tiempo que tiene para dedicarte en un juicio que llevas meses (años) esperando. Aún así, el juez en su sentencia relativa a mi caso, dijo que el criterio utilizado por la empresa para despedirme – ya no hacía falta para los bloques de deportes en los informativos de la tele (nunca trabajé allí) – suponía una actuación arbitraria por parte de la empresa pero que eso, según la legislación vigente, no era un despido nulo, sino improcedente. (He intentado explicar de una manera fácil algo que es farragoso. Básicamente, me despidieron de la tele y yo trabajaba en la radio. El juez dice que sí, que me despiden de dónde no trabajaba, pero que en la legislación actual eso es improcedente).
Construyendo
Tres años son muchos, y cuatro pocos para reconstruir una vida. Me preguntaban qué pasó cuando se acabó Onda Madrid, pues aún hoy la estoy acabando. No es nada fácil cerrar la puerta a tantos años de una vida. No es sencillo admitir tanta destrucción sin sentido de todo lo que has construido. Y más, si no lo decides, si te obligan. No es fácil entender el castigo, inmerecido. No es fácil entender las ausencias. Cuesta dejar de esperar para no sufrir.
Cuando entiendes que no lo vas a entender nunca empiezas a construir lo nuevo. Aún estoy en ello. Aún hay cosas que duelen, las personas duelen mucho pero hubo que cerrar la puerta cuando ya se habían ido. Me recuerdo muchos años pensando si yo aguantaría cosas que ocurrían (y siguen ocurriendo) en aquella radio cuando estuviera cerca de la jubilación (si es que llegaba). Ahora ya sé que no las voy a aguantar, no tengo que hacerlo. Ahora veo el cielo sobre mí por las tardes.
Respetar los cimientos
La destrucción duele. Sé que hacía un trabajo muy digno, sé que la redacción de la que formaba parte «Deportes de Onda Madrid» era un referente y sus programas se escuchaban. Eso no se puede tapar.
Hoy empieza una nueva Radio Televisión Madrid o una nueva etapa, aún no sé qué quieren empezar. Hoy se ha nombrado al nuevo director. Curiosamente hoy, un jueves al sol, el jueves 12 de enero. En estos cuatro años ha habido contrataciones de personal en Onda Madrid y en Telemadrid, ninguna para los despedidos y estigmatizados por el despido colectivo, ni los «y pico». Enterrados vivos, con mucha vida profesional por delante capada a capricho. No se puede construir sin cimientos.
Durante mucho tiempo escribí un diario de lo que iba aconteciendo en el periodo previo al ERE. Desnudarme ahí me sirvió de válvula de escape, sé que a mucha gente encontró amparo en el blog. Pero también me dejó frágil al descubierto. Dejé de hacerlo porque no podía dar explicaciones a cada rato sobre si lo había superado o no. Me pregunto quién nace preparado para superar algo así. Perdí la terapia de escribir, y algún día habrá que recuperarla. Esto es como lo de volver a escuchar.
Este texto, algo deslabazado, recoge fragmentos escritos al azar en días diferentes. Trazos de pensamientos. Los enlaces que aparecen te llevan a entradas del Diario del ERE que escribí durante mucho tiempo y que tienes al completo en este enlace.
Le deseo a Onda Madrid y a Telemadrid toda la suerte que merecen sus dueños, los madrileños. Un abrazo especial para los otros 860 a los que deseo el respeto que no se nos tuvo, salud y trabajo. Hoy especialmente, me acuerdo de los que, como mi querido Vicente Martín, partieron en este tiempo. A su familia espero haberle hecho saber que su padre era un buen trabajador.